En los últimos años se ha experimentado un significativo crecimiento industrial, y como consecuencia, el riesgo de accidentes que repercuten en el medio ambiente ha crecido en la misma proporción. Lamentablemente el entorno marítimo no es ajeno a este problema. Hoy llegan a nuestros puertos todo tipo de mercancías, se carga y descarga carburante, se realizan operaciones de descarga de sentinas, de sedimentos de combustible, se limpian tanques, etc., entonces aparecen los accidentes y los errores operacionales que producen los vertidos, La casuística es muy variada. También son frecuentes los derrames de hidrocarburos, en los astilleros de construcción y reparación naval, refinerías, desguaces, puertos deportivos, surtidores portuarios, etc., por lo que se producen con excesiva frecuencia, vertidos que la mayoría de las veces son “eliminados” con productos aún más contaminantes. Este "efecto hormiga" ya no pasa desapercibido para la opinión publica, y empieza a ser difundido por los medios de comunicación, porque pueden causar un grave impacto ambiental, y también económico sobre diversas actividades como las recreativas y las industriales. Los efectos negativos que se producen sobre las actividades turísticas, playas, deportes náuticos, piscifactorías, mejilloneras, potabilizadoras, etc., pueden provocar una grave crisis económica, causando una pérdida de confianza en el consumidor, además, de un daño a veces irreparable sobre el medio ambiente. Por otro lado, esta situación supone una continua incorporación de hidrocarburos en la cadena alimentaría de pescados, mariscos y algas de nuestras costas, que acaban en nuestra mesa, con el consiguiente riesgo para la salud. Ante esto, las autoridades competentes sancionan a las empresas que ante un vertido, carecen del equipo adecuado para corregir esa contingencia. A esto hay que añadir el costo (que sería muy elevado) si contratamos una empresa que elimine ese vertido. Es rentable cuidar el medio ambiente.